Quejarse es verdaderamente fácil el autocompadecimiento de nosotros mismos ante esas circunstancias de la vida que no son lo que se deberían llamar "normales", es decir, ante por ejemplo un hecho que haya marcado mucho en tu vida pero que generalmente se le suele ver como una especie de "contra" en la vida de una persona.

Personalmente, soy partidaria de que el autocompadecerse de uno mismo no es sino algo que te ayuda a caer más y más en una especie de continua oscuridad haciendo que te des pena a ti mismo cuando te miras al espejo, des pena a los demás e incluso -creyéndote la única persona que tiene ese problema y que es más importante que los demás- dar una imagen de "dónde vas con esas? hay personas que la han pasado peor".

No me malinterpetéis, no quiero decir que sea una persona que encuentre esperanza en los problemas de los demás que sean peores que los míos, al contrario, creo que por todas las adversidades que puedes tener en tu vida no deberías ponerte en una esquina a llorar y a lamentarte por lo que te ha tocado sino aprovechar para vivir con la ilusión de que algo que para otra persona es lo normal para ti es algo que te alegra el día e incluso la semana.

Otro prisma, amigos míos, otra forma de ver las cosas es lo que pido que hagáis ante esas grandes putadas -y perdonadme la dureza de la palabra pero no puedo andarme con meticulosidades en el lenguaje- que te da la vida sin ser karma por supuesto. Os pongo el ejemplo extremo de alguien que ha perdido a un padre ya que no es consecuencia de un acto sino algo que te ha tocado así que ante esto sí, es una buena jugarreta de la vida -que tampoco ha tenido la culpa- pero si eso no hubiese pasado no serías la persona que tienes delante del espejo.

La superación no se consigue con una vida fácil sino con cada uno de las zancadillas que te pone la vida.

Así que como ha escrito Ada Menéndez en Te lo verso a la cara (lectura de la que ya os hablaré)...

Padre,

me confieso:

No 

te

debo

nada.