martes, 9 de agosto de 2011

Iba a escribir una entrada sobre las "amables" repartidoras de cierta empesa española cuyo nombre empieza por cor y termina por reos pero me temo que daré un giro total a mi tema inicial y hablaré de objetos en vez de personas.

De la importancia no de llamarse Ernesto sino de dotar a un objeto que pasa de ser un "lo quería por una historia en concreta y lo adquirí" a "lo adquirió por una historia concreta y ahora ha pasado a unas manos que siempre que lo observen se acordarán de la historia por la que se compró inicialmente dotándolo de otra (sea la que sea)".

Así es como se les va dotando de una suerte, de un significado mayor a una pasión que te encanta compartiéndolo con otra persona con la misma pasión o apasionada en ciernes de la misma pasión que tienes. Así ha sido como muchas personas han dotado de vida propia a ese objeto, han hecho que respire en un sentimiento llámese amistad, cariño, empatía o "no me cuesta nada dárselo" con el mejor regalo que se puede tener... la misma mirada con la que lo adquiriste y ese sentimiento de satisfacción por haber hecho a una persona feliz.

Cómo olvidar de esos regalos bien pensados y creados por otras manos cuidadosamente -me temo que soy malísima para las manualidades, muchos identifican mi regalo por cómo están envueltos-, sobre todo con significado que más que no han costado más que una cantidad mísera en comparación con su significado.

Creo que por esta filosofía he terminado sin pulseras, libros, CDs y una que otra película, y alguna que otra persona ha terminado sin libros, anillo, CDs, películas, pósters o parte de un calendario cinéfilo, muchas gracias.

Pd. Y a usted señora repartidora, no me olvido, gracias ignorar mi "hola" después de abrirte la puerta y esperar que pasaras con tu carrito.

No hay comentarios: