viernes, 18 de noviembre de 2011

No fue en el momento en el que se abrió la puerta, porque no sé quién entró o vio a quién primero, sino hasta que se posaron mis ojos en el abismo de su mirada cuando el mundo calló y experimenté un viaje directo a esos segundos que duran horas y a esas horas que sobrecogen los latidos.

Pareciera como si ahora mismo Drexler estuviera -irónicamente y sonriente- cantándome al oído "perderme por lo que yo vi te rejuvenece" porque todo era como si el tiempo no nos hubiera visto, como si ni siquiera nuestros labios se hubiesen deshojado mutuamente pero el tiempo ha pasado dándote a ti una mueca de cansancio en la mirada y a mí el congelarme la sonrisa que después de verte se convirtió en unas ganas tremendas de enmudecer las palabras desvistiéndote con mi boca.

Afortunadamente, se me da bastante bien esconder ese tipo de cosas y brindo con mi copa para saludarte, y prosigo forzando mi mirada prohibiéndose mirarte con la vista al suelo, pero una sombra anuncia que te acercas y empieza un timbre repetitivo a atornillarme la cabeza, todo se va desdibujando, volviendo negro...

...era un sueño. Pero es que claro,

La culpa es de uno (!)
(
Mario Benedetti)

Quizá fue una hecatombe de esperanzas
un derrumbe de algún modo previsto,
ah, pero mi tristeza sólo tuvo un sentido,

todas mis intuiciones se asomaron
para verme sufrir
y por cierto me vieron.

Hasta aquí había hecho y rehecho
mis trayectos contigo,
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad,
pero vos encontraste la manera,
una manera tierna
y a la vez implacable,
de deshauciar mi amor.

Con un sólo pronóstico lo quitaste
de los suburbios de tu vida posible,
lo envolviste en nostalgias,
lo cargaste por cuadras y cuadras,
y despacito
sin que el aire nocturno lo advirtiera,

ahí nomás lo dejaste
a solas con su suerte que no es mucha.

Creo que tenés razón,
la culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos
ni del tiempo.

Hace mucho, muchísimo,
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo
y fue implacable como vos
mas no fue tierno.

Ahora estoy solo,
francamente solo,
siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado.

Antes de regresar
a mis lóbregos cuarteles de invierno,
con los ojos bien secos
por si acaso,
miro como te vas adentrando en la niebla
y empiezo a recordarte.

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