lunes, 11 de julio de 2011

Mis primera batalla con el photoshop -del que sigo sin leer
ningún tutorial...-.
El Junco
Madrid, Junio de 2010.
Tengo bien en mente noches de verano como esta: cielo despejado, el aire bañando hasta los más recónditos poros de debajo de tus piernas (no seáis mal pensados, amigos míos, pero sí... esos también)... 

Recuerdo, sobre todo, una noche por estas fechas de hace dos años antes de ir a San Sebastián buscando en esa oportunidad una puerta abierta para respirar y poder ser... van dos años y aunque los pasos hayan sido de gigante, queda, queda trecho que día a día se va llenando con pequeñas cosas que ahora nacen del hábito como los siguientes ejemplos:

Levantarte a las 7 de la mañana, ver qué se puede hacer en la casa para no dar trabajo extra a la matriarca, tener mi habitación organizada así como la ropa, escribir artículos cuyo dinero veré de manera electrónica a finales de este mes, si todo va bien, y en metálico en dos meses (menos mal que es acumulativo...), dedicarme a enseñar a mi hermano lo que nos propusimos a principios de este mes (paseo al aire libre junto con algo de inglés, historia de la música en el Rock & Blues o historia del arte de una manera profunda -ya os pondré un ejemplo cuando tenga tiempo-) y a la tarde, tiempo dedicado a nuestro individuo ya que él necesita sus series y yo seguir con los artículos de cierta página web cuya url os diré, también, en otra entrada junto a entregar currículum (a ver si cuela).
Me vuelvo a ir por las ramas, me temo... ya se me ha olvidado el no propósito de esta entrada que, como todo este cálido lugar al que ya le tengo mucho cariño, sirve de método para dar una opinión o reflexión que me apetece compartir... todos queremos ser escuchados, digo leídos, no? (de todas formas esta entrada es como todas las demás, lo que sale en el momento).

Hoy de hecho, di un pequeño paseo de 4 o 5 horas por la ciudad... parece mentira cómo han pasado mis más de 12 años por tierras aragonesas empezando por una niña "algo salvaje", avanzando al pudor de lo políticamente correcto de la adolescencia -por eso la política me asquea- y seguido por mi escapada a Donostia, puerta abierta de manera leve, apenas imperceptible -por ahora- pero, a su vez, muy relevante.

Recuerdo noche como estas porque son noches algo nostálgicas, al igual que el día de hoy... en el que entre otras cosas reflexioné la mella que hace el tiempo en unas cosas y, en cambio otras, se mantienen como si no hubiera pasado los años... sólo unas cuantas canas más.

Canas en esos lugares donde empecé a apreciar el rock por medio de hombres de pelo largo, algo escéntricos y "personas de mala vida" según mis padres, latinos hasta la médula; seguido del camino de casa al colegio de primaria o de los 20 minutos andando que a los años se fueron construyendo cuando cambiamos de zona y me alejé de esos señores de chupa de cuero y de cara en barba con tatuajes y camisetas rotas de letras cuyo significado fui aprendiendo con el tiempo.

Luego hice un recorrido por los lugares a los que frecuentaba para escribir entonces hojas que luego tiraría por no poder terminar o porque me parecía más provechoso que ardieran así como nacieron en mi cabeza, en fuego... y también mis últimos años, años en los que conocí a personas que así como unas han estado desde mis primeros años, éstas se han ganado un preciado puesto en mis recuerdos y mensajes de "un café?".

Cosas cambian, otras no... pero así como dije que los lugares desaparecen, se remodelan o están azotados por el paso del tiempo, las personas también lo estamos pero la esencia, amigos míos, la esencia sigue siendo la misma pero, eso sí, con más nudos en la espalda, heridas de guerra y problemas en ciertas partes del cuerpo como una rodilla con más eficacia del meteosat que habla el día antes de que llueva (sí, la famosa rodilla izquierda que lleva así desde mi adolescencia), al igual que ciertas marcas que van marcando el ritmo que le das a tu cuerpo.

En breves se acerca el aniversario del ataque de los pingüinos pero será algo que no soltaré el día que sea así que hoy se celebran los 7256 días, 17 horas y 31 minutos (en el momento en el que he escrito esto) de la agricultora de subsistencia de esta taza de café que estoy disfrutando lenta y deliciosamente ante la cálida mirada de... ustedes? Grandes cosas raras que estoy escribiendo, no les culpo si se han echado una siestecita mientras lo han leído o no han pasado de la palabra número 275.

Prometo escribir en breves una entrada más entretenida y menos introspectiva ya que se acerca una semana movidita aunque de esta tengo varias en el borrador de mi cabeza, no terminadas aún, pero prometo dedicar más tiempo... de todas formas, los artículos llaman con voz de pito así que he de seguir con lo que toca.




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