domingo, 18 de septiembre de 2011

En algún momento de la noche viene la posibilidad de degustar la pasión murmurada entre las olas, esa de tenerte de una vez, esa de desequilibrar a la suerte con las miradas que me ahogan por susurrarte el infinito.

Creo que ahí radica este deseo huidizo de tocarte, de sentir con mis pupilas cómo se dilatan con el mero hecho de saborear cuando las malvas desahoguen sus anhelos entre la arena del mar de un día cualquiera a media noche.

Ven... ven pronto, ven ya para perpretar estas ansias de vivir de tus anhelos; ven, ven pronto para envolverte en el enternecimiento de un "te deseo" en este instante, "te deseo" en este momento de desvelos ansiosos, hechizados por la idea de tus besos, la idea entonar una canción con la incansable fricción del perfume de una flor, el cénit envuelto en un vals azur lejos de ti, lejos de mí, lejos de todo.

Lejos de ti, lejos de mí, lejos de todo... esa idea rezuma en mi cabeza por sentir calladas, mudas, viejas tropas extenuantes en frenesí del sabor de la orilla del cauce donde radica tu sentido del gusto.

Si con susurrar las marismas, que hoy me empeñan con su tacto en licor de húmedo y yerto glacial -súbito cuento murmurado en secretismos con el mar y entumecidos impulsos de la espina-, aspirara cada ramificación del altar erigido en el afán del más hondo paraíso... pues que recorra el pálpito de tus huellas cada vocablo que exterioriza mi vena impaciente por el jadeo que lleva abriles en el esbozo de un soneto.

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