sábado, 29 de octubre de 2011

Cuando no te quieres ir es cuando más lastima el cautiverio; honestamente, se siente denso y pesado el frío, que en otras ocasiones recorría la espina, derritiéndose en la mirada, observando confinado y aterido las viejas agujas del tiempo...

Y es que no sé qué es este sentimiento que me invade de repente... las ganas tremendas de seguir haciendo malabares con el tiempo para ver si con ello tengo la oportunidad de volver a sentir lo que al final te hace vibrar la vida... de la suerte, la casualidad... esa que cada vez más hace notar su presencia con hechos imprevistos sin lógica ni sensatez.

De la suerte y la casualidad... así se resume y magnifica todo lo que rodea la extensión de las ramas que nos unen a los unos y a los otros porque, ¿qué hubiese pasado si un mensaje no hubiese sido enviado? No habría conocido el 1-2!,1-2-3!,4-5-6!,7-8!, 9!-10 que colmó una tarde de mate, seguida de una tarde-noche con ritmo y una noche... una noche de coincidencias.

Alguien me dijo una vez que la vida estaba llena de oportunidades, posibles casualidades que el escepticismo no deja que condicionen enteramente la existencia, pero que están ahí siendo probando que pueden llegar a enloquecer a la entereza incluso no siendo protagonista de la historia.

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