miércoles, 19 de octubre de 2011

Estimado paragüero:

No querría dudar de la calidad de su paraguas, hasta ahora ha durado bastante -más bien por el buen tiempo-, pero me gustaría comunicarle que mi paraguas ha perdido la cabeza. Sí, tal como lo oye...

Una va tan contenta porque el temporal de lluvia ha vuelto y, con él, el total cambio de canciones en el reproductor, el pulso -a ver quién gana- con el viento, la belleza de la ciudad desierta y la libertad de cantar porque -claro- ya está lloviendo (no te pueden culpar) y no hay nadie, además de unas ganas insanas de sentir un poquito las gotas -llegar empapada a clase no es algo políticamente correcto en el protocolo de mi universidad- cuando, así como quien no quiere la cosa... zás*! Mi paraguas perdió la cabeza... como quien oye una oración no musitada ni en el interior por miedo a llegar empapada y tener que volver a casa...

Afortunadamente pude alcanzarlo después de ir corriendo por un Miramar vacío, al menos por fuera -gracias al cielo, nunca mejor dicho-, y tenía un ponchubasquero rojo de repuesto -por si las moscas- pero, por favor se lo pido, vuelva a ponerme la cabeza -digo, ponérsela-... hasta le había cogido cariño.

Va a ser cierto eso de que los objetos se van pareciendo a sus dueños - aunque creo que eso se aplicaba más bien a los perros...- porque así perdí mi cabeza hace mucho tiempo pero nadie fue a buscarla y ya no tiene arreglo...

Ah, se me olvidaba! Como todo en la vida, es muy posible que hubiera una razón para todo esto ya que si hubiera tenido paraguas no habría sentido cómo Fellini me golpeaba en la cabeza porque volviendo a casa cayó un póster de la exposición Fellini del cielo... dolió un poco pero, claro, si hubiera ido con paraguas igual esto no hubiera pasado... Gracias ponchubasquero rojo, ahora tú eres el elegido! Así imagino que no tendré que gastar más en paraguas sin cabeza.


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