jueves, 1 de diciembre de 2011

 
Nada - Gaia Cuatro


Empiezo así... sin querer invocarle, a usted, en la insondable herida que no he podido curar después de los años de su ausencia. 

Suya, suya... sí, suya en la más formal tercera persona del singular que puedo conferirle para que de una condenada vez se quiebren en riachuelos los sentimientos, esos que se han acostumbrado a no tenerle, esos que el tiempo ha dotado de la incapacidad de existir.

El tiempo ha pasado, está pasando, puedo sentirlo... y con él pasa lo que paso tras paso se ha convertido en el hábito de no necesitarle, de no pensarle cada día (aunque le confieso que sí... sí en estaciones desoladas como esta).

Entonces, ¿por qué...! Por qué de esos puntos suspensivos que me revuelven la vida si no le necesito, si ya le he dicho lo que tenía que decirle y los dos lloramos, y nos lamentamos de todo sin saber de nada... por qué? Si se supone que el tiempo hace que el dolor aminore y el rencor vaya cediendo...

Pero aunque con el tiempo el rencor haya cedido... ni el dolor aminora, ni a mi tragaluz llama el olvido.

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