martes, 1 de junio de 2010

Halleluya...

Me encuentro escuchando esta canción que el domingo oímos madame Grace y yo en un sitio bastante peculiar donde la inspiración se siente en el aire, en esa silla de director con alfombra azul y papelera al lado, mesas colgando, Gozillas que ruge, libros, olor de pintura... Increíble! No hay mejor manera de estudiar que con Absolution de Muse, Sam's Town de The Killers, ACDC y Buckley -el chico de Garazi- y menudas canciones, menudas guitarras...! pero con Halleluya... aaayyy!! cómo se me ponía la piel de gallina sobre todo por la música, por el silencio y porque su voz penetraba en tus oídos esparciéndose hasta la última célula de tu cuerpo.

Ahora mismo está sonando Behind the Blue Eyes de The Who que es una de las pocas canciones que he escuchado de ellos y que me encanta!

Todas las canciones que estoy escuchando hacen que la tarea de descifrar mis poemas sea más amena porque el pasarlos a limpio -creedme y bien me conocéis muchos- porque soy un desastre con el orden...

Cómo es posible entender un poema lleno de tachones, de manchas pero de ideas, de pasiones ordenadas pero ilegibles? Sobre todo la ilegibilidad es la que más me está costando porque obviamente sé lo que saben decir pero al leerlos cambio cosas pero las vuelvo a dejar igual, cambio de orden los versos... un lío completo pero aquí seguimos lo que la noche dé de sí para que estén bien ordenados en sus respectivos números romanos porque carecen de título todos ellos.

Ahora para despedirme...

Madrigal apasionado

Quisiera estar en tus labios
para apagarme en la nieve
de tus dientes.
Quisiera estar en tu pecho
para en sangre deshacerme.
Quisiera en tu cabellera
de oro soñar para siempre.
Que tu corazón se hiciera
tumba del mío doliente.
Que tu carne sea mi carne,
que mi frente sea tu frente.
Quisiera que toda mi alma
entrara en tu cuerpo breve
y ser yo tu pensamiento
y ser yo tu blanco veste.
Para hacer que te enamores
de mí con pasión tan fuerte
que te consumas buscándome
sin que jamás ya me encuentres.
Para que vayas gritando
mi nombre hacia los ponientes,
preguntando por mí al agua,
bebiendo triste las hieles
que antes dejó en el camino
mi corazón al quererte.
Y yo mientras iré dentro
de tu cuerpo dulce y débil,
siendo yo, mujer, tú misma,
y estando en ti para siempre,
mientras tú en vano me buscas
desde Oriente a Occidente,
hasta que al fin nos quemara
la llama gris de la muerte.
Lorca

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buckley.. es pura magia.. pero es míooo!!!! por algo me dedicó un CD.. :)