Miro la naturaleza de mi vida
y en ella estás tú.
Están tu rostro, tus ojos,
tu boca y ese aliento
que por la mañana me levanta
como un lienzo
pintado para siempre
en lo más recóndito de mis recuerdos.
Conozco cada pincelada
del paisaje de tus sueños,
de la remota isla de tus pensamientos
repleta de rosas, lirios y luceros
que cuando su sol se oculta
son testigos
del incontrolable oleaje de mis sentimientos.
Mi melodía busca la tuya
ansiando los momentos
en que poder dar rienda suelta
a todo esto que guardo por dentro;
que se muere por salir,
que desea poseer
así sea un mísero momento
de tu espíritu -en mi mente-
eterno.
Mi inspiración, mi lira, mi excitación
es lo que eres para mi interior
convirtiéndote en un resquicio
que revolotea
en la esfera de mi mundo interior.
Mundo,
que se mueve con solo oírte respirar,
con mensajes encondidos en el mar,
con miradas que revuelven
lo más profundo de mi existencia,
dejando una profunda huella
en noches solitarias de luna llena.
Mi cuerpo cada vez
menos
desea despertar
de ese pensamiento
que manifiesta mi deseo:
Contigo en el cielo,
conmigo en el firmamento
testigo de cada uno
de los impetuosos besos
que nos damos lentamente
y no al azar.
Cerrados nuestros ojos
buscando aspirar
el entibiado humo
de la esencia
que de tu cuerpo y mi cuerpo
llena hasta inflamar
mi corazón de rápidos latidos,
amenazando con encender,
la mecha de la espontaneidad.
¡Volad aire y sentimientos,
volad, vamos Volad!
Por estos versos
de noche de invierno
sin hacer estimar,
que aunque escriba lo que siento,
jamás lo leerá;
no porque no pueda leerlo
si no por su indiferencia de cristal.
Y aquí me véis, de nuevo a horas bastante tardías como para decir que empieza el lunes pero demasiado prontas para que a mi sueño le llegue la hora; por lo pronto, un vestigio de mi otro blog, la rose bleue, pero editado ya que al releerlo me había parecido que había que cambiar un par de cosas.
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