jueves, 22 de julio de 2010

Las penas del joven Werther

10 de Julio

Quisiera que vieses la cara estúpida que pongo cuando la gente me habla de Carlota, y, sobre todo cuando me preguntan si me gusta. ¡Gustarme! Odio a muerte esta palabra. ¿Qué hombre habrá a quien no le guste, a quien no le robe el pensamiento, todo el corazón?...

13 de Julio

No, no me engaño: leo en sus ojos negros el verdadero interés que le inspiran mi persona y mi suerte. Conozco y en esto debo creer en mi corazón, que ella...¡oh! ¿podré y me atreveré a expresar en estas palabras la dicha que siento? Conozco que me ama.

¡Soy amado!...¡Si vieras cómo me ofreció ahora; si vieras..., te lo diré, porque tú sabrás comprenderme: si vieras lo mucho que más que valgo a mis propios ojos desde que soy dueño de su amor! somos realmente el uno del otro por sentimiento o sólo por vanidad? no conozco hombre alguno capaz de robarme el corazón de carlota, y, a pesar de ello cuando ésta habla de su futuro esposo, con todo el calor, con todo el amor posible, me hallo como el desgraciado a quien despojan de todos sus títulos y le obligan a entregar su espada.

16 de Julio

¡Ah, qué sensación tan grata inunda todas mis venas cuando por casualidad mis dedos tocan los suyos, o nuestros pies se tropiezan debajo de la mesa! Los aparto como de un fuego, y una fuerza secreta me acerca de nuevo a pesar mío. El vértigo se apodera de todos mis sentidos, y su inocencia, su alma cándida no le permiten nisiquiera imaginar cuánto me hacen sufrir estas insignificantes familiaridades. Si pone su mano sobre la mía cuando hablamos, y si en el calor de la conversacion se aproxima tanto a mí que su divino aliento se confunde con el mío, creo morir herido por el rayo, guillermo, y este cielo, esta confianza, si llego a atreverme... tú me entiendes. No, mi corazón no está tan corrompido. Es débil, demasiado débil... pero, en esto, ¿no hay corrupción?

Carlota es sagrada para mí. Todos los deseos se desvanecen en su presencia. Nunca sé lo que experimiento cuando estoy a su lado: creo que mi alma se dilata por todos mis nervios.

Hay una sonata que ella ejecuta en el clavicémbalo con la expresión de un ángel: ¡tiene tal sencillez y tal encanto! es su música favorita y le basta tocar su primera nota para alejar mi zozobra cuidados y aflicciones.

No me parece inverosímil nada de lo que se cuenta sobre la antigua magia de la música ¡cómo me esclaviza este canto sencillo! ¡y cómo sabe ella ejecutarlo en aquellos instantes en que yo sepultaría contento una bala en mi cabeza! entonces, disipándose la turbación y las tinieblas de mi alma, respiro con más libertad.

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