miércoles, 16 de enero de 2013

Te hablo a ti.

¡Sí, a ti! No te gires, no... ¿quién si no estaría en mis pensamientos? Mira, llueve -para variar-. Y esta vez mi rodilla ni se digna a avisar así que les propongo a los chicos tomar un café en el Alboka.

Gerardo camina pensativo y Jess de vez en cuando parece descubrir algo en el suelo -está muy concentrada en él-, nos miramos las caras con cierto sentimiento de melancolía encapuchada y evitamos tocar el tema no sé si por temor a romper con la felicidad de los nuevos comienzos que te esperan o porque no se notará tu ausencia hasta que se hagan las tardes, las noches, las mañanas y falte algún comentario del que se sentía ser viejo con alma niño.

Se nos atragantan las palabras y Gerardo suelta un "se le va a echar de menos". Todos asentimos mientras cruzamos el puente de María Cristina algo más vacío de lo habitual hasta llegar al cruce donde "se encuentra la galería" comento con el dedo levantado.

El transcurso de la tarde resulta ser uno de esos momentos en la vida donde un grupo de personas puede estar en sintonía y les invade el mismo sentimiento. "¿Cuándo se notará su ausencia?", "¿qué pasará cuando yo me vaya?", ¿qué será de la bandanga ahora?" -este último era para sacarte una sonrisa- como quise hacer indignándome a contar un chiste malo -ya sabes, para romper un poco el hielo-.

Se nota demasiado lo difícil que resulta sobrellevar la ausencia de alguien, ahora que han pasado los días igual se siente más porque al final todos podemos tener el efecto retardado que trae la monotonía, añun cuando en ese mutuo y nuevo comienzo que supone conocer a alguien, no te plantees que pueda existir un momento en el que decir un "hasta luego".

Despedidas... supongo que  de esas hemos tenido bastantes, las suficientes como para pensar demasiado sobre el trago amargo que en mayor, en menor, en su justa medida pero, aun con todo, igualmente amargo atraviesa quien se va o quien se queda.

Tantas como para saber que afortunadamente -o desafortunadamente, para algunos- las historias pueden llegar a tatuarse en el aire de ciertos lugares y momentos, y esto es lo que lo hace menos soportable, casi rozando el navajazo de la nostalgia.

Hoy como cuando hace unos cuantos años después de seis mudanzas en cuatro ciudades diferentes- me planteo si puede merecer la pena. Una vez la cuarta no era suficiente aunque me mantuvo poco más de once años, esta vez la quinta, con todo el dolor de mi pena, tiene los días contados pero la merece precisamente por lo que te dejan los demás aunque no sean parte de tu día a día.

Tú te tatuaste al igual que -espero- nosotros lo hayamos hecho en tu vida tanto que igual dentro de unos años te conviertas en el equivalente de "obras completas" que formen parte de nuestra incompleta vida.

Alea iacta est, Solo.

3 comentarios:

m dijo...

claps

Duma dijo...

Olé tus huevos por esto.
Olé los suyos por formas parte de mi mochila.

Unknown dijo...

Tú eres prueba viva de que el adiós puede perdurar con el tiempo